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El 98lab y la gestión del enfado

Escrito por Lucas Tello el 14 oct 2013
"Ahora usted también puede ser un mueble", viñeta de Miguel Brieva

Desde que volvimos de las vacaciones hemos estado pensando cómo “enterrar” la ontología de la precariedad, o sea, cómo traducir en narraciones los conceptos teóricos interconectados en la pizarra. Prácticamente en cada sesión han ido surgiendo ideas nuevas y hemos ido olvidando las anteriores, no hemos conseguido cerrar ninguna hasta el punto de que ésta nos empujara a rodarla directamente. Para la mayoría de los participantes hay una limitación muy fuerte de tiempo, no quedan espacios más allá de las tres horas semanales del taller... Pero, ¿es posible que este sea el motivo por el que no terminamos de concretar nada?

El pasado miércoles día 9 teníamos la segunda parte del taller con Fran Torres. Nos reunimos en la oficina y cuando estuvimos todos sentaditos, Nuria explicó que bueno, que ese día iba a producirse un golpe de estado. Un golpe de estado que Pedro, ella y Ellavled habían estado preparando durante la semana: una acción en la calle basada en esta viñeta de Miguel Brieva. La idea era preparar una campaña del Ministerio de Trabajo que invitaba a las personas desempleadas a convertirse profesionalmente en muebles y en la que Fran haría de funcionario del ministerio. La acción se grabaría con dos cámaras y un micrófono. Estuvimos decidiendo quién hacía qué y salimos a la calle a ponerlo en marcha. No se nos había avisado de qué se haría; no había sido discutido colectivamente a pesar de que una de las condiciones indiscutibles del lab era que los vídeos tenían que ser pensados de manera grupal. Ninguna de las participantes tuvimos capacidad de elección más allá de elegir qué mueble queríamos ser. Al fin y al cabo, muebles haciendo de muebles. Todo se grabó con éxito y volvimos a la oficina para comentar lo que había sucedido.

En general había dos posicionamientos: las que estábamos de acuerdo con el golpe de estado y las que no lo estábamos. A mí me seguía resultando sorprendente que los facilitadores hubieran tomado esta decisión, porque los conozco y porque la trayectoria que habíamos tenido hasta ahora sí que involucraba como parte central de la toma de decisiones a las participantes. Nuria sostenía que era un intento por activar, por mover definitivamente a la acción a un grupo que había entrado en un bucle discursivo en torno a las ideas de los vídeos. Pero más allá del alivio de tener ya hecho uno de los diez vídeos, ¿es posible que esta práctica nos haya activado y a partir de ese momento pasemos a la acción? ¿O simplemente fue un momento de activación que murió con la propia sesión? ¿Somos interruptores de casa o interruptores de descansillo?

Yo creo que forzarnos a hacer un vídeo en el que no habíamos tomado parte trajo a la superficie algunos de los grandes problemas que estamos teniendo para configurarnos como grupo. Algunas de nosotras estábamos contentas con que los facilitadores hubieran tomado esta decisión, pero en los motivos que se argumentaban creí ver que el golpe de estado había sido un fracaso. El golpe, para justificar su sentido, obligaba a cada participante a observar el grupo desde el exterior, individualmente. Se situó el problema en el grupo como si éste fuera algo ajeno a nosotros mismos, se delegó su responsabilidad a un ente que no es la suma de todas, sino la ausencia de cada una de nosotras. Y esto ocurrió porque el vídeo que acabábamos de hacer nos liberaba radicalmente de cualquier compromiso, de la necesidad de tomar decisiones.

La única reacción posible a lo que había sucedido, para que el gesto tuviera éxito como activador del grupo, pasaba por que los labers nos enfadáramos, porque nos habían quitado la capacidad de decisión. Dar la razón, que a veces no deja de ser una postura acomodaticia, situó fuera de nuestro alcance las soluciones de nuestros problemas. En algún momento de julio concretamos en la ontología que «la comunidad implica munus (don/veneno) que problematiza las redes; unas redes que generan emancipación». Es decir, que si no nos ponemos en cuestión, no podremos hacer vídeos como colectivo.

Es posible que uno de los problemas es que aún no existen lazos de afectos lo suficientemente fuertes como para que los participantes asumamos compromisos cruzados. Pero, ¿son los afectos la única manera de constituir comunidades? Visto ahora, me parece sorprendente que no aparezca en nuestro esquema de la precariedad la palabra compromiso. Porque no comprometerse es un síntoma del individualismo al que nos sometemos en el capitalismo que tanto discutimos entonces, pero eso lo explica mejor Rubén Martínez en este texto.

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